303-BABO MANON
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303-BABO MANON
Babo Manón abandonó,brevemente,la casa en la cual lo encerraron para que la familia no tuviese que sufrir burlas y acusaciones perniciosas,mientras Joana Palou,su madre,se distraía poniéndo más comida que de costumbre a los veintidos gallos de su marido.El muchacho había cumplido la noche anterior veinticuatro años.Tenía el rostro tan pálido que casi iluminaba.Despedía olor a ropas viejas vencidas por asedios de suciedad y moho.Apenas podía mantenerse de pie porque tantos años sujeto al cuadro metálico del tacataca andador,le hicieron perder casi por completo el sentido de los pasos.
Eran las tres de la tarde y todavía el pueblo apuraba los últimos respiros de la siesta.Los perros martilleaban con sus ladridos el silencio reinante y el calor iniciaba su lenta retirada hacia los límites de la noche.
Babó Manón cuando logró rebasar la puerta que daba a la calle,sintió el golpe de sol tan fuertemente en sus ojos que pensó que era su madre quién lo había alcanzado por detrás y se los tapaba con las manos para devolverlo a rastras hasta su inevitable recámara húmeda y opaca.
Pero una vez que logró comprender,sin saber cómo,que la luz duele cuando los pasos se vuelven libres,decidió llegar hasta la esquina más próxima de su casa apoyándose torpemente en las paredes.
Revisó,con el más sencillo de los encantos,la belleza de las bolas de hortensias con sus corolas rosas y azuladas que crecían en las entradas de las casas.Embelesó los oídos con el trino musical de los siete canarios de Juan Felipe que componían las melodías más hermosas en las jaulas redondas de alambres dorados.Se distrajo contemplando,con la más deliciosa de las emociones,la procesión de gatos blancos,negros y rojos que descendían silenciosamente por el muro de las batatillas florecidas.Batió inconcientemente el pelo largo que le cubría por momentos la visión con el peine de hueso que su madre se olvidó en uno de sus bolsillos traseros y no pudo resistir la tentación de jugar con el cascabel que colgaba en la puerta de la casa de Tomeu Paz,pensando con su cerebro elemental,que lo mejor sería entretenerse con el tintineo de las campanillas sin llegar a sospechar que desde los interiores le pudiesen organizar escándalos llamándolo al orden y al respeto.
Tomeu Paz que le daba vueltas al extraño sueño que lo venía persiguiendo desde hacía veinte días de un sol verde que nacía en el poniente y se ocultaba por el oriente,se levantó malhumorado del sofá que lo tenía atrapado durante la siesta y persiguió adormecido las aldabas de la puerta buscando la presencia del inoportuno visitante que hacía sonar el cascabel sin la menor de las compasiones.
Cuando abrió la puerta sus ojos se encontraron con los de Babo Manón que inundado de la más pura alegría,abordaba su casa y enredaba su gozo en los sones cristalinos del cascabel.
¿Quién eres?preguntó desarmado del mal humor Tomeu Paz.
Sólo recibió como respuesta la más cálida de las sonrisas.
Entonces Tomeu Paz comprendió que las claves para entender e interpretar el sueño que le obsesionaba,se abrían paso con la figura de aquel muchacho lampiño,poseído de la mirada más tierna e inocente que jamás encontró en nadie,y no queriendo desentenderse ya de lo que le recetaba la intuición,le tendió la mano con el mejor de los ánimos invitándolo a entrar,pero sin quererlo y movido por una fuerza extraña,aventó a Babo Manón hacia el interior de la casa yendo el visitante a caer aplastado en el sofá en el cual acababa de interrumpir la siesta.
El muchacho paseó sus ojos negros de una pared a otra inquietando a las cosas con la energía de su mirada.Desprendió el reloj de caoba y marfil que desde generaciones venía repartiendo las horas por el mapa de los días.El aguamaníl y su palanganero no resistieron la mirada y acabaron igualmente rodando por el suelo produciendo ruidos que parecían inacabables.Las begonias sembradas en recipientes de peltre y que estaban colgadas en la pared del patio,sucumbieron velozmente y se entregaron a pesadillas incoloras.El perro gozque que lamía cariñosamente al amo,elaboró ladridos desconocidos y desorientadores.Las cortinas con sus cenefas fueron a caer sobre los muebles y,hasta el caballito blanco de porcelana que descansaba en la horizontalidad de la mesa de la sala,fué embestido por la fuerza de la mirada del extraño,haciéndolo primero tambalear y después caer convertido en polvo fino.
Ante la realidad de los hechos,Tomeu Paz admitió la magia del maremagnum instalado en su casa.
Cuando pudo vencer el desconcierto inicial que le atenazó,volvió a interrogar al muchacho con la misma pregunta de ¿quién eres tú? y volvió a recibir un rosario de sonrisas alegres y limpias como única contestación.
Entonces tuvo tiempo de cerrar los ojos y se hundió,brevísimamente,en el sueño en el cual pudo ver que el sol nacía verde y majestuoso por el poniente y se escondía por el oriente.
Tomeu Paz pensó que nunca se había levantado del sofá y que en medio de las elucubraciones sobre el significado del sueño del sol verde,se había quedado apresado por otro sueño llamado Babo Manón.
Gritó para ser oído por alguién y que este alguién lo pudiese aliviar del hechizo que inundaba su casa,pero sólo alcanzó a escuchar la voz de su vecino que cabalgando sobre los muros le rogaba,como respuesta,que dejara dormir porque la siesta no se había concluído en Galilea.
Babó Manon tal como había ingresado al interior de la casa aventado por las manos robustas de Tomeu Paz,así,de la misma forma,se precipitó hacia el exterior para regresar,atado al hilo de las paredes,hasta la misma casa en donde su madre aún regalaba maíz a los gallos peleadores de su marido.
Tomeu Paz comprobó que las fuerzas habían escapado de sus piernas y que a pesar del deseo que lo apremiaba de conocer el rumbo que seguiría el muchacho una vez alcanzada la calle,no pudo hacerlo porque la mirada de Babo Manón lo volvió a clavar en el sofá de sus sueños.
Joana Palou cuando vió una sombra atravesar el corredor buscando con prisas el tacataca andador,entendió que la muerte revoloteaba por las esquinas de su casa.Suspendió bruscamente la alimentación de las aves y se avalanzó alocadamente hacia la habitación perenne de Babo Manón para comprobar si todas las cosas marchaban en el orden de siempre porque creyó que un desorden vestido de blanco y de sombra,encarnando a su hijo,era el que había cruzado sigilosamente por el corredor.
Desquiciada por la rabia golpeó el suelo de madera cuando no halló al hijo de sus entrañas anclado a su sempiterno tacataca andador y llevándose las manos a la frente sudorosa gritó ¡tate,es la muerte!
Se devolvió hasta el corral de los gallos para avisar al marido que Babo Manón se había escapado,no sin antes advertirle que aquello se le hacía demasiado raro porque le pareció haber visto cruzar la sombra del hijo buscando con prisas el tacataca andador.
Su marido le dijo "eso es que se voló de este mundo" como tratando de tranquilizarla,pues la mujer no paraba de hablar empujada por la presión de los nervios.
Lo buscó y lo rebuscó una y mil veces en los grandes cajones de los armarios.Revolvió las prendas de los baúles ansiosa de hallar al hijo desaparecido.Rogó a los buenos espíritus de los muertos para que le ayudasen a encontarlo pero cuando escuchó el canto inusitado de los veintidós gallos peleadores de su marido,comprendió que le anunciaban,sin lugar a dudas,que Babo Manón se había marchado de este mundo en alas de un particular éxtasis de suciedad y mohosa alegría.
Nadie pudo hallarlo a pesar del montaje de novenas y rezos que se hicieron para atraer la benevolencia de los ángeles custodios.Se trajeron turiferarios que Don Biel Lorenzo,el cura de Galilea,prestó para que el humo de los inciensos asfixiase a los malos espíritus que posiblemente querían quedarse con el muchacho.Se recurrió,incluso,a las dotes ocultas de Marcela Tilos para que por medio de la esfera de cristal azogado,pudiese desentrañar al desaparecido hasta de los más recónditos lugares.Se le contó a Tomeu Paz sobre lo sucedido y si conocía algún medio para encontrar a los que se marchan en éxtasis de humedad,a lo que éste contestó que no sería fácil hallarlo sin conocer su espíritu.
Joana Palou y su marido nunca quisieron retratarlo porque temían las burlas y se avergonzaban,en el fondo,tal vez, de sus propios males.Por esta razón no hubo forma posible de mostrar a quienes querían ayudarles,cómo eran las facciones de Babo Manón,las cuales pudiesen dar indicios del mapa de su espíritu.
Joana Palou sumida en el más profundo dolor de su vida,ante el fracazo para hallar al hijo de sus entrañas,se arregazó la falda solferina de algodón y se adentró hasta los corrales en donde los gallos,ya silenciosos,se entretenían picoteando las pocas lombrices que deambulaban distraídas por el suelo.
Enterró con su marido el tacataca andador en el último rincón del solar en el lugar donde acababan de florecer los tréboles de cuatro hojas y donde crecían las coles gigantes impulsadas por la fuerza de las boñigas.
¡Tú también me enterrarás,cuando muera,junto al tacataca andador!suplicó Joana Palou al marido,tratando así de apaciguar los remordimientos que le asaltaban de haber sometido al hijo a los tormentos de humedades y tinieblas durante tantos años.
Si así lo quieres,que así searespondió el marido dejando transparentar en la voz cierta duda porque ¿quién le podría asegurar que Joana Palou moriría primero que él? Prefirió,entonces, no continuar dialogando por el derrotero que le trazaba rápidamente la imaginación porque no le gustaba pensar que él pudiese morir antes que su mujer.
Espantaron los gallos que empezaban a picotear las coles gigantes y se internaron en las piezas de sus vidas rutinarias confinados en sus quehaceres de siempre,esperanzados en que algún día,el destino les descubriese lo que había sucedido con Babo Manón.
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